Para[1] Morón “la política fiscal representa el equilibrio político de un determinado modelo económico. Un Gobierno puede optar por favorecer más a un sector que a otro, tanto del lado impositivo como del lado del gasto público”[2].
Arias Minaya explica que desde el punto de vista macroeconómico, la política fiscal debe cumplir un rol de estabilización, vale decir, la política fiscal debe procurar ser expansiva en períodos de contracción del ciclo y debe procurar ser contractiva en períodos de expansión del mismo. Durante la reciente crisis financiera mundial, nuestro país pudo enfrentar con relativo éxito la recesión mundial porque se pudo aplicar una política fiscal expansiva financiada con los ahorros de los superávits fiscales generados en el período de bonanza. El mismo autor agrega que el rol de la política fiscal no es solo el de la estabilización, también tiene la importante función de promover la equidad. Para ello, tiene dos instrumentos: los impuestos y el gasto público. La tributación debe permitir recaudar lo necesario para financiar el gasto público, y, además, debe contribuir a mejorar la distribución del ingreso. Por otro lado, el gasto público debe orientarse a generar las condiciones para el crecimiento, a través de la inversión en infraestructura, pero, al mismo tiempo, brindar servicios a los más necesitados[3].
No está demás señalar algunos de los principios que, según Elmer Cuba deben guiar a la política tributaria, aunque este autor apela a minimizar la influencia de la política fiscal, señalando incluso que el único fin de la política tributaria es el de recaudar y no el de promover a ciertos sectores económicos, por lo que la política fiscal no debe exceder al primordial objeto del tributo que es sustentar el gasto público, teniendo presente que el uso abusivo de la Política Fiscal puede traer distorsiones perjudiciales en el mercado y la distribución de riquezas; aun así no es posible negar que los tributos influyen en la economía del país y es mejor conocer y controlar esta influencia a negar su existencia. Así según este autor los principios rectores en política tributaria son los siguientes: (1) El sistema tributario debe ser eficiente y equitativo. (2) La eficiencia está asociada a un sistema neutral, de tasas bajas y de bases amplias. (3) Las exoneraciones deben ser mínimas. (4) La equidad implica gravar igual a los contribuyentes con la misma capacidad contributiva y gravar más a los contribuyentes con mayor capacidad contributiva. (5) Al recaudar impuestos debe hacerse con el mínimo de distorsiones al mercado. (6) La política tributaria no debe ser utilizada como instrumento para promover algún sector económico, porque genera distorsiones en el mercado y no es una herramienta eficaz para generar crecimiento. (7) De la misma manera, la política tributaria no debe distinguir entre tipos de productores[4].
En consecuencia, podemos afirmar que el uso del tributo como instrumento de política fiscal puede ser un importante elemento que incentiva el crecimiento económico en caso sea utilizado correctamente, por el contrario su uso incorrecto puede influir negativamente en la competitividad de las empresas y en la asignación de recursos.
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